Crónica macarra: Perú 0 - Argentina 2

Se dice que recordar es volverlo a vivir. Pero a veces es mejor no volverlo a vivir y solo recordar, o ninguna de las anteriores, mister. El martes fue uno de esos días. Un dejavú, es decir, la sensación de haberlo vivido antes. Por la mañana, las camisetas blanquirojas en las calles de la capital eran la excepción, cosa de fanáticos, esos viejos hinchas acérrimos que siguen mirando los partidos de Perú, tercos como la mula. Al talento lo mandaron nuevamente a vestir la camiseta pero tampoco fue una cosa llevada con jolgorio, con orgullo y esperanza, como cuando te envían a la sede central a una reunión importante. No. Fue aceptar que ya tienes un uniforme más, para los días de feria, como el terno gris de Los Portales en la casa de la selección. Quizá por eso algunos, esta vez sí, llevaron encima una sudadera o casaca. Era un día templado, nublado pero no frío. Unos 18º C con pico en 20º C. Ni fu, ni fa. Ni chicha, ni limonada.

Chemo del Solar y Claudio Pizarro

Por la tarde, la Lima Premium se preparaba mentalmente para cruzar la Javier Prado e ingresar al Estadio José Díaz, también conocido como Estadio Nacional, a falta de auspiciadores de nombrado. ¿¡Cómo no hacerlo, si veremos a Messi, juegue o no!? Nuestra única esperanza y motivación de unos momentos de sano esparcimiento. La única razón poderosa por la cual nos aventuraríamos a hacer ese viaje al centro de la capital, antaño hogar de nuestros abuelos. El pueblo intentaría ver a Lionel en directo en su hotel, o a través de la pantalla de su móvil, para luego mirarlo por TV, igual que con el mundial de Catar. Los periodistas que no cubrían el evento, también. No por salir en YouTube o TV se deja de ser talento y tener ídolos.

Ya puestos en el estadio, a por el objetivo de grabar algunos segundos de Messi en el móvil, para la posteridad. ¿Juega Perú? ah, sí, ¡arriba Perú! ¡carajo! ¡tráigame dos más señor! Hola cholito, viniste. Sí, ¡que de puta madre, y me sale más barato que ir hasta mayami! Oye dicen que este huevón está llamando gente para que no juegue, con tal de cobrar el diezmo. ¡No jodas! ¿Cómo es eso?. ¿No sabías? No, no. Te cuento. A estos huevones les pagan solo por el hecho de salir en la lista, por eso vienen. O sea cobran, además de venir con todo pagado. Ah, carajo, ¡que buena vida! Sí, pues… y uno rajándose el lomo en el campo… Oye, ¿ves esa flaca de verde que está a tu derecha? Sí. Dicen que se forra haciendo vídeos en Internet. Está más buena…

Mientras eso, en la cancha, pasaban cosas. Cositas. Pero no con los Pizarro, Farfán, Vargas y Guerrero. Bueno, José Paolo sí estaba sembrado en el área, y casi encaja una. Que no se diga que el equipo no tuvo ningún tiro al arco. A medida que pasaban los minutos en la cancha se volvía a ver un partido más de las eliminatorias para Brasil 2014, o cualquier otro mundial previo. Esos 36 años de deambular por el mundo del jugar bien pero no hacer puntos. Ya ni siquiera ganar. Sumar puntos. Del creer que se clasifica jugando bien, de manera correcta, estructurada, autómata, con un manual bajo el brazo, si hace falta. De los aspavientos y de las excentricidades para ocultar las inseguridades y miserias propias. De los «hicimos un partido parejo, pero el gol nos inclino la balanza». Vaya mediocridad. Cuando este mismo grupo ha sabido suplir su pobreza en nivel profesional con la fortaleza de remontar, no solo una, sino varias veces, situaciones de inicio adverso. Porque aquí, en el fútbol, y quizá en la vida, lo importante no es como empiezas, sino como terminas.

Solo queda por decir que falta de identidad es poner «SALE» más un número seguido de «OFF» en letras grandes en el escaparate de tu tienda, sobretodo en la Lima Premium. Falta de identidad es mirar series subtituladas acerca de situaciones en el extranjero pero no saber lo que pasa en tu barrio. Falta de identidad es valorar positivamente algo que tienes en casa solo porque te dicen en inglés que es «una maravilla del mundo». Hasta noviembre, amigo/a. No deje para mañana lo que puede hacer hoy.

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