No cabía un Youtuber más en la calle José Díaz. Mucho pan para tan poco aceite, avizoraban los gurús, que, para no quedar en la cháchara, tiraban también el número de entradas vendidas hasta el mismo día del partido. ¡Muy pocas! y muy caras, se dijo. Se especuló también que la gente venía desanimada porque aún curaba los estragos de la reciente Copa América y porque las viejas, e impresentables, glorias no sabían estar. ¿Apuestas? Fija que gana Colombia, combinada que hay más de 2 goles. ¡Nos van a reventar! Aquí no hay corazón, son números, papá.
Pero el público que va a los partidos de la selección no está en los dimes y diretes de la cháchara de borrachines, ahora volcada a Youtube. Aunque se veía poca camiseta blanquirroja en las calles, se podía ver una calma de un día típico de trabajo. En las afueras del nacional se observaba el fenómeno adolescente de ir con la cámara detrás de cualquier camiseta tricolor con caballera larga. En su efervescente imaginación todas las colombianas son guapas y, por supuesto, esto les llevaría a generar más vistas. Se dieron con la realidad. Aunque la asistencia femenina no era minoritaria, rápidamente pisaron tierra al verlas muy bien acompañadas. Aunque ellas no dejaban de derramar lisura.