Hombre sale a protestar y al volver encuentra a Gonzales

Hola mascotas. Les tengo que contar que en el barrio San Ignacio de Barranco se ha producido un hecho inverosímil. Resulta que un hombre de mediana edad, digamos llegando a los 40, se había levantado muy temprano por la mañana con un solo objetivo, y era el acudir al centro de Lima para protestar. La noche anterior había cargado su iPhone 14 y su batería portátil para no tener problemas y volver a casa en inDriver, que el Metropolitano es para la gente al este de Bolognesi. Después de tomar su desayuno saludable con yogures, frutas y muchas grageas de cereales y frutos del bosque; se aprestó a leer el grupo de WhatsApp de los cumpas. También se tomo el tiempo para repasar el TikTok y ver cómo llegaban los camaradas del ande. Qué feliz se sentía su espíritu al ver que no estaba solo en sus aspiraciones de revolución. Bueno, eso no lo dice, ahora lo llama lucha. Minutos después de las 11:30 salió de casa. No se despidió de nadie porque su mujer había salido muy temprano al yoga. Se dio “una vuelta” por la casita verde para comprar un tostado de palta y quinoa. Para el camino, se dijo así mismo, mientras pedía el taxi por aplicativo que lo trasladaría a la plaza San Martín.

En los alrededores del Paseo de Héroes el conductor le comunica que no podrá ingresar, que hay restricciones. El vehículo no se movía hace ya 40 minutos. ¡Carajo, tombos de mierda!, gritó con la boca llena de palta y quinoa. Si fuese por mí les metía el carro, carajo, dijo a continuación, mientras el conductor no dejaba de mirar cuánto estaba facturando este día. Señor, tiene que decidir si baja o continua el viaje, le dijo por quinta vez el paciente trabajador del sector movilidad urbana. Puta madre es que tengo mis cosas en el morral, por acá hay un huevo de choros. Yo quería que me dejes en la plaza o en la puerta del Bolivar, enfatizó el hombre. Decida, por favor, que a mí tampoco me sale a cuenta estar aquí parado, suplicó el taxista. Ya, carajo, al pincho, que se jodan. ¡Vámonos a Barranco no más!, sentenció el hombre, para alivio del aire acondicionado y del conductor, que no tardó en encontrar un “hueco” para salir y volver a la Vía Expresa.

Entró raudo a casa. La batería se había agotado rápidamente de tanto mirar vídeos de las luchas en Lima y el resto del país. No pudo contener su euforia cuando vio la toma del aeropuerto de Arequipa. Era una operación de práctica para lo que soñaban en el Callao. Habían podido ingresar. ¡Un paso adelante compañeros!, escribió en WhatsApp. Quería celebrar y tenía hambre. Se acordó de su mujer, que no la había vuelto a ver desde anoche. Entró a la cocina y se vio en medio de un pic-nic. ¡Pero cómo! habíamos quedado en que no compraríamos nada hoy para apoyar el paro, se dijo. Aquí en Barranco no podemos azuzar los comercios. Somos gente bien, rojos y ateos, pero bien. ¡Gorda! gritó. Y de pronto se desencadeno un movimiento telúrico de proporciones que solo saben esas cuatro paredes. Gonzales había traído la compra y se encontraba disfrutando del postre tántrico.

Ya corre como la pólvora