La otra crónica: Chile 2 - Perú 0

Pasan las fechas y vuelven las viejas jornadas de las eliminatorias, sí, porque los perdedores juegan a clasificar. No ha tardado mucho el truco de antaño de dejar que Perú piense que su rival está disminuido, sin sus principales figuras, que es una cazuela lista para llevar a casa, con todos los protocolos. De modo que solo han bastado 45 minutos de tedio por un lado y de una poca de gracia por el otro, para dar por finiquitado un encuentro que deja a un equipo con 4 puntos y al otro de regreso a casa sin pena ni gloria.

Pero, ¿esto es todo? Efectivamente, apreciado lector, es todo lo que ha ocurrido. Pero ¿qué del segundo tiempo? Nada digno de comentar. ¿Entonces se acaba la crónica? No, caballero. Le recuerdo que esta es la otra crónica, aquí se cuenta lo que ha pasado en los partidos en toda su extensión. Para saber lo que se ha visto del partido puede buscar en YouTube o mirar el Marca, o alguna de sus imitaciones locales. Vale, entonces a la otra crónica.

Gracias a la eficiencia de las instituciones peruanas, el buen Gianluca ha pasado lo que bien podría ser un fantástico guión para una gran película. El guión trataría acerca de cómo un hombre, que no hablaba el idioma y que no tenía vínculo con un lejano país (cercano a la Argentina), ha cogido un avión en Italia para 24 horas después estar en un hotel con 22 chicos a los que ha visto por primera vez para al día siguiente entrenar con ellos bajo la dirección de un flaco argentino con pinta de rockero. Si tuviésemos una industria de cine medianamente competitiva a lo que ha sido la argentina o mexicana, para no irnos hasta las costas del pacífico norteamericano, esta historia podría ser tan interesante como la película Elegidos para el triunfo en donde unos jamaicanos se proponen a participar en una competencia olímpica de invierno. Ojalá nos den esta alegría, como lo viene haciendo AL, en lugar de las historias chatas sobre futbolistas que ponen hasta en la tele.

Creo que Gianluca, además de mucho entretenimiento, nos dará otras alegrías. Y aquí toca hablar de la pulga, no la culé, sino la otra. Cuando alguien se esfuerza en justificarse en base a hablar de las cualidades personales y no de su desempeño futbolístico en una selección, que es muy diferente a un equipo, que en principio es donde el futbolista profesional trabaja y a quien se debe (escucha Rueda), es una señal de que se acercan cambios. Es muy parecido a cuando le preguntan a una chica ¿y qué del chico con el que sales, para cuándo la boda? y la chica solo te habla de lo buena gente que es y que ahora está enfocado en su carrera o tal.

Aquí un acápite. La diferencia de una selección con un equipo de fútbol es que el técnico puede elegir a quien llamar, el club no, por eso los pases de los futbolistas valen lo que valen. Los clubes contratan futbolistas y un gran número de profesionales para conseguir sus objetivos. Estos objetivos son variados y tienen relación con el modelo de negocio que hayan elegido. Los principales modelos de negocio son la formación y venta de jugadores, el conseguir logros deportivos que signifiquen ingresos económicos directos, principalmente en el ámbito internacional, y finalmente el modelo que tiene todo lo anterior más ingresos por compra, cesión y venta de jugadores, patrocinios, su propia marca y estadios llenos todos los partidos. El jugador donde debe rendir, por propia ambición profesional, es en su club. Esto le llevará a conseguir presencia en el once que juega cada fecha, mejores oportunidades de fichar por mejores clubes, con mejores sueldos e ingresos extra por imagen, cuando haya llegado a cierto nivel. A una selección te llaman y vas por amor al arte, algo de chauvinismo y el premio (emolumento que se percibe por cada partido a cual uno es convocado). El seleccionador convocará a quienes considere que están en mejor forma para competir en ese momento. De modo que si llega alguien que viene un delantero y rinde mejor que quien juega usualmente, le das la 9.

Es la 9 precisamente la razón de este tedio del equipo. Pero esto no tengo que explicarlo, usted lo sabe. Porque seguro en algún momento también le “ha dolido” por “su capitán”. Es comprensible. Tome un tilo, coja agua de azahar y siga adelante. Hasta el próximo partido.