Pasadas varias horas aún queda en el aficionado un sinsabor por lo ocurrido con el sexto la tarde del domingo 12. Podríamos decir que una más de Roca Rey (¿el empresario o el matador, o ambos?), o una raya más al tigre. ¡Vaya manera de arruinar la mejor tarde de la feria! Sin embargo, esto no debe menoscabar lo conseguido por Sebastián Castella, puerta grande al cortarle dos orejas a su segundo y ganador del Escapulario del Señor de Los Milagros; junto a Emilio de Justo, puerta grande al cortar una oreja en cada uno de su lote. Roca Rey no pudo salir en hombros por esa puerta habiendo hecho una buena faena en su primero, obteniendo solo una oreja al pinchar en la suerte suprema.
A pesar de la continua falta de respeto a la solera de la plaza y la afición con la presentación de los toros, Castella, Emilio de Justo y Roca Rey, en su primero, supieron encontrar la manera de sacarles lo poco de casta que éstos tenían haciendo buenas faenas. De Justo, habituado a las circunstancias de estos lares, supo interpretar correctamente a los que tuvo delante. Castella hizo lo propio en su segundo. Roca Rey levantó de sus butacas al público con sus primeros, y efectistas, quites. Habían llegado para verlo por segunda oportunidad y esperaban que esta vez diese lo que se sabe que puede dar. Sin embargo, para que haya torero, hace falta toro.
Es lamentable que de las tantas ganaderías que existen en la actualidad en el Perú, ninguna sea capaz de presentar una corrida completa. Ya ni qué decir de que sea en condiciones para una plaza de primer nivel. Hizo bien el aficionado al protestar ante la recurrente ausencia de vergüenza por parte de la empresa. De entre todos los ejemplares de las tantas ganaderías que se presentaron en la feria, solo dos jaboneros destacaron, sin ser excepcionales. Uno de ellos, «Lúcumo» de «El Olivar», se llevo el Escapulario de Plata del Señor de Los Milagros. También ha sido el único de la feria que fue premiado con vuelta al ruedo en el arrastre. El otro, sexto de esta tarde, bien presentado, por alguna razón que solo sabe el juez y el matador; fue cambiado, saliendo el segundo sobrero del que no vale la pena hablar. El primer sobrero había salido, para bien, como reemplazo del segundo de Emilio De Justo.